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Carmen Javaloyes

Campos de Castilla, Antonio Machado

La lengua literaria expone sus artificios formales en función de infinitas variables. En cualquier época hay autores que exhiben la riqueza de la lengua a través de complicadas retóricas formales: hipérboles, epítetos, contrastes, perífrasis… todo es válido para expresar con palabras el mundo del autor.

La descripción -del Personaje y del Paisaje- es, con toda seguridad, la primera figura literaria que aparece en la literatura. La mayoría de los artificios del lenguaje giran en torno a la descripción, algunas mediante el principio de recurrencia (polisíndeton, epítetos, aliteración…) y otras mediante usos extraños al lenguaje para llamar la atención del lector (metáforas, alegorías…). El poeta emplea estos instrumentos en función de aquello que desee describir, Góngora por ejemplo, describe una inundación del Guadalquivir como si se tratara del diluvio universal:

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos
y vomitar la tierra sus entrañas.

En cambio, Garcilaso de la Vega describe la naturaleza en la placidez que da la contemplación:

Por ti, la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseada.

Así, vemos que el Paisaje es empleado como espejo de la psicología del poeta; Antonio Machado refleja como nadie la identificación del poeta con una tierra: Soria, en la que “Machado podrá seguir buscando el alma”, como afirmó Salinas.

ANTONIO MACHADO Y CAMPOS DE CASTILLA

Campos de Castilla se considera la obra cumbre de Antonio Machado. Publicada en 1912, poco antes de morir su esposa Leonor, y ampliada sucesivas veces con nuevos poemas, expone las meditaciones del hombre sobre lo “eterno humano”: domina en la obra lo que se denominan “cuadros costumbristas”, cuadros de paisajes y de gentes, meditaciones sobre la soledad, lo adusto del paisaje, el pasado efímero y la muerte.

El paisaje aparece recogido unas veces de forma objetiva, sin artificios -A orillas del Duero-, y a veces lo descubrimos con una intención oculta bajo las descripciones de Castilla, que nos sugieren la preocupación del poeta sobre temas tales como la patria o la soledad… El mañana efímero, Una España joven… temas propios de la Generación del 98, a la que no pertenecía “de facto”, pero de la que declarará: “Mi relación con aquellos hombres […] es la de un discípulo con sus maestros…”, relación en verdad escasa y de cara a la galería:

El mañana efímero

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
 
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano,
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
 
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahur, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste
cuando se digna usar de la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y, de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
 
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero,
el vacuo ayer dará un mañana huero.
 
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
 
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
 
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

 Su formación académica en la Institución Libre de Enseñanza y la tradición familiar de corte liberal lo definieron como liberal-reformista en la España revolucionaria de principios del S. XX, sin embargo su carácter austero y poco dado a los extremismos chocaba con sus ideas revolucionistas, sobre todo ante el incremento de los movimientos obreros andaluces, con los que simpatizó y a los que apoyó.

Por tierras de España
El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
 
Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra,
 
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
 
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas,
 
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
 
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
 
El numen de estos campos es sanguinario y  fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
 
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
‑no fue por estos campos el bíblico jardín‑;
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

Sus contemporáneos le describen como un hombre austero, humilde de carácter y que siempre rehuyó todo tipo de honores (Unamuno ironizó sobre su reacción al recibir el sillón de Académico de la Lengua: “Dios da pañuelo a quien no tiene narices”).

Su ideal de fraternidad le llevó en los últimos años de su vida a proclamar abiertamente la necesidad de las revoluciones a favor de los trabajadores. Esta preocupación patriótica le inspirará numerosos poemas sobre el pasado, el presente y el futuro de España, en los que junto con la visión negativa propia de la Generación del 98 (y que será la que propiciará la pretendida inclusión del poeta en el grupo) encontramos poemas de corte claramente progresista, animado en la fe del cambio revolucionario con el que se siente comprometido.

Con Campos de Castilla Antonio Machado comienza lo que más tarde será la serie de “Proverbios y cantares”, retazos líricos, breves y hermosos, sobre temas tales como la muerte, el amor, el paisaje andaluz…

EL TEMA DEL PAISAJE COMO REFLEJO DE LA PSICOLOGÍA DEL POETA

 
Orillas del Duero
 
¡Primavera soriana, primavera
humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!
 
5 iCampillo amarillento,
como tosco sayal de campesina,
pradera de velludo polvoriento
donde pace la escuálida merina!
 
¡Aquellos diminutos pegujales
10 de tierra dura y fría,
donde apuntan centenos y trigales
que el pan moreno nos darán un día!
 
Y otra vez roca y roca, pedregales
desnudos y pelados serrijones,
15 la tierra de las águilas caudales,
malezas y jarales,
hierbas monteses, zarzas y cambrones.
 
¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
20 ¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!
 
iCastilla varonil, adusta tierra,
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
25 tierra inmortal, Castilla de la muerte!
 
Era una tarde, cuando el campo huía
del sol, y en el asombro del planeta,
como un globo morado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.
 
30 En el cárdeno cielo violeta
alguna clara estrella fulguraba.
El aire ensombrecido
creaba mis sienes, y acercaba
el murmullo del agua hasta mi oído.
 
35 Entre cerros de plomo y de ceniza
manchados de roídos encinares,
y entre calvas roquedas de caliza,
iba. a embestir los ocho tajamares
del puente el padre río,
40 que surca de Castilla el yermo frío.
 
iOh Duero, tu agua corre
y correrá mientras las nieves blancas
de enero el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas,
 
45 mientras tengan las sierras su turbante
de nieve y de tormenta,
y brille el olifante
del sol, tras de la nube cenicienta!...
 
¿Y el viejo romancero
50 fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
irá corriendo hacia la mar Castilla?
 

Comentario:

El poema se divide en dos partes temáticas bien definidas; la primera parte (versos 1-25) se caracteriza por la ausencia de verbos predicativos, se trata entonces de un grupo de versos de verbo nominativo y que se caracterizan por ser puramente descriptivos, en este caso la esencia de Castilla; en la segunda parte (versos 26-52) tenemos ya verbos predicativos y entonces la descripción pura del paisaje pasa a la narrativa, interpelando incluso a los elementos del paisaje (versos 31-32).

Las descripciones paisajísticas comienzan de lo general a lo particular, con la “Primavera soriana” del párrafo primero; continuamos con “¡Campillo amarillento… Pradera …” del párrafo segundo; “… de tierra dura y fría/donde apuntan centenos y trigales…); (y otra vez roca y roca). Y continuamos con dos interpelaciones a Castilla que acentúan el clímax descriptivo final de la primera parte.

En la segunda parte, caracterizada por el elemento narrativo, comenzamos de nuevo con una descripción que comienza por lo general para finalizar con lo particular: verso 26 “Era una tarde, cuando el campo huía/ del sol…”; del cielo el porta pasa a describir los cerros verso 35 “Entre cerros de plomo y de ceniza…”; de ahí al puente  versos 38-39 “iba. a embestir los ocho tajamares / del puente el padre río”; y de ahí a los ríos que surcan la tierra de Castilla verso 40 “que surca de Castilla el yermo frío”.

En el verso 41 encontramos una interpelación al elemento protagonista del poema, el río Duero que corre libre por la tierra de Castilla hacia el mar, y ya, en los últimos versos del poema, se pregunta si Castilla, convertida ya en el mismo Duero, correrá también hacia el mar.

El lenguaje empleado por el poeta es también significativo. Además del empleo de formas verbales nominales y predicativas para dividir el poema en dos partes, descriptiva y predicativa, la adjetivación matiza y amplía  la descripción del paisaje: primavera humilde…/ pobre caminante…/ páramo infinito…

El primer párrafo del poema descubre ya la ideología del poeta, matizando con exclamaciones la rudeza del hombre castellano:

 iCastilla varonil, adusta tierra, / Castilla del desdén contra la suerte,  / Castilla del dolor y de la guerra, / tierra inmortal, Castilla de la muerte!

En los versos 30-34 aparece el poeta como un elemento más del poema, al caer la noche sobre el campo castellano:

En el cárdeno cielo violeta / alguna clara estrella fulguraba. / El aire ensombrecido  / creaba mis sienes, y acercaba / el murmullo del agua hasta mi oído.

Surge el reflejo de su personalidad, serio, sincero y austero, el paisaje se presenta así como espejo del alma del poema, triste y pesimista. Al caer la noche sobre el río Duero aparece la idea del fluir del tiempo y de la melancolía, temas recurrentes en la obra de Machado.

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