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Íñigo Santamaría

 

UN SORBO DE MELANCOLÍA

Es un taberna. Casi vacía. Una taberna  sucia y oscura donde se refugian los remordimientos, las indecisiones, los reproches o supersticiones, las visiones, deseos frustrados o falsas alegrías. Un lugar donde el olvido se sirve en pequeños vasos. Entremos. El recorrido es corto. Seis personas dilatando la agonía de un futuro olvidado.

En la primera mesa, lejos de la barra, se encuentran los restos de quien vive para creer que ya ha muerto.

¿En qué lugar anochece cuando el aire se desangra?

Sobrio. Sobrio aún sobrio aún sobrio aún. Por desgracia.
Se lo lleva, también se lo lleva.
Y vuelve. Como siempre.
¿Cómo se llama? Algunos dicen que Esperanza.
No. Todos saben que su verdadero nombre es Soledad.

Alguien despierto, o tal vez no,  en la mesa siguiente. Su mirada es hueca. Da un poco de miedo. Pero, sobre todo, mucha lástima.

 ¿Dónde habitan los silencios que confunden a la intuición?

 Despertar aturdido tras un breve y melancólico sueño inalcanzable. Levantar la cabeza y ver que el mundo sigue igual. Volver a remojar en vino esta apatía, comprobando que el alcohol no la disuelve. De nuevo, agachado entre los brazos, reinventar las decepciones...
¡No quiero volver a despertar! Siempre es mejor soñar que vivir.

Detrás de la barra se esconde un  momento en el que huir, aunque quien lo desea continúa preso por la sed ajena. Y por su cobardía.

 ¿Cómo renunciar al olvido?

 Me pierdo en un vaso vacío, y no puedo volver a encontrarme. Observar el borde cristalino, sucio por el uso fraudulento de una legión de fracasos. Recorriendo fragmentos de una vida en quiebra, sin tocarlos, adivinando su rumbo, la incertidumbre de un principio erróneo; así, la ilusión se encoge, se inquieta, se acompleja...
Corriendo hasta empezar de nuevo.
Ella no vuelve a la salida, y yo no llego a la meta.
Antes le compraba flores casi todas las semanas. Ahora le regalo una rosa blanca todos los años. Cada 2 de noviembre.

 Por delante de la barra... o sea, al otro lado, una mancha de carmín oxigenada apura el último trago de indiferencia a que le da derecho su condición, la de quien es consciente de haber perdido una juventud que nunca fue suya. La perdición de muchos hombres, cuando eso aún era el comienzo de un respeto hipócrita. Hoy, el primero de ellos ha muerto, y el último ya ha olvidado su figura.

 ¿Para quién inviertes más instantes, por quién los desperdicias?

Sírveme otra copa. De lo mismo, pero hasta el borde ahora.
Si hubiera... si pudiera no pensar. Si en vez de... por qué. Por qué lo hice. Si pudiera...  si pudiera volver atrás. Si pudiera volver atrás, lo haría de nuevo. Necesito otra copa.
Sírveme otra copa, aún me quedan remordimientos que ahogar.

 Bordeando la indiferencia, en un rincón del bar y de sus vidas, dos miradas sinceras tratan de engañar al amor. No logran ahuyentarlo, sin embargo.

 ¿Puede alguien compensar la fractura de un corazón?

¿Recuerdas?
De rojo
Bailabas 
 Hablaba
Cantabas
 
¿Febrero?
Nevaba  
Te fuiste 
Te vi
Te hablé 
 
¿Comimos?
Subimos 
Sabía
¿Creías?
Dudaba  
 
Un beso 
¿Un qué?               
Reía
Llorabas 
Lloraba   
Te quise...              
Recuerdo
De verde
Soñaba
Bebías
Cantaba.
 
Septiembre
Llovía
Esperaba
 Me ignorabas
 Me evitabas.
 
Cenamos
Subimos
Creías
Sabía
Dudabas.
 
Un silencio
Un silencio
Llorabas
Lloraba
¿Llorabas?
Lloraba.
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