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J. Leoncio González
Elías Canetti
Marruecos, tan cercano y tan lejos, olvidado y continuamente en boca de todos. La vuelta de la esquina, la casa de al lado, los vecinos de enfrente, el primer país del África menos africana y el último de la Europa del sur, la frontera, el desorden, calor y siroco, conflictos políticos y raciales, mezcla de culturas y de in-culturas, tráficos legales e ilegales, mercados callejeros y calles llenas de mercaderes.... España, nuestro país, ahora tan europeo, ha vivido siempre de espaldas a la realidad africana. Nos acordamos de Marruecos sólo por la llegada de pateras a nuestras costas, por los problemas que se suscitan en el Sahara o por la propiedad de la isla del Perejil, pero ahí está tendido como una alfombra al sol donde sus hombres se postran para orar a Alá. Elías Canetti viajó en 1954 a la ciudad de Marrakesh y observó con perfilado detenimiento cada uno de los latidos de la vida en sus calles. Apuntó con su peculiar estilo sencillo y espontáneo cada sugerencia que el espectáculo de la ciudad alauí dejó impreso en su retina.
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Este libro de viajes nos traslada a ese panorama olvidado de nuestro país vecino, a sus costumbres y a la mezcla de lenguas, de religiones. El Islam y el Judaísmo convivieron, en aquellos años cincuenta, con la ocupación francesa del norte de África, y con el cristianismo menos ortodoxo, el de las colonias. Marrakesh deja en los dedos de Canetti un rescoldo hirviente, pero no motivado por los paisajes al sol, ni por el enigmático atractivo del Atlas, sino por la actitud de los propios nativos, los miembros de una sociedad plagada de sincretismo, abierta, dispuesta a tomar la mano del extranjero, y al mismo tiempo introvertida, leal a sus cerradas costumbres tan fortalecidas por el contacto con el Islam. Las Voces de Marrakesh es una ventana hacia la calle de enfrente, hacia nuestro país vecino. No es un libro de viajes al uso, Canetti se conforma con dar ligeras pinceladas de las impresiones que le producen sus habitantes. Lo demás, la decoración y los paisajes los debe poner el lector. |
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