- Alentado por tan
esperanzadora noticia, me refiero a la noticia de que
había una empresa necesitando personal, pues la noticia
de que la carta era una proforma hizo que llamara a la
marquetería, para cancelar la orden de enmarcar las
cartas que iba a exhibir orgulloso en mi cuarto. Alentado
de esa manera, me informé de los requisitos para acceder
al cargo público. Eran en realidad pocos los requisitos,
si nos atenemos a la enorme papelería que te exigen en
el sector público para cualquier trámite; solo había
que diligenciar 3 formularios HV-512 y las respectivas
copias amarillas y rosadas; enviar 4 fotografías en
blanco y negro, de ciertas dimensiones, donde aparecieras
de frente y se te vieran las orejas, 5 estampillas para
el fondo mutuo de inversión del sector agroindustrial,
certificado de buena conducta expedido por la
procuraduría, fiscalía y rentas municipales, copias de
las actas de graduación desde kindergaten hasta
Universidad, donde aparecieran las direcciones
actualizadas de tus ex-compañeros, fotocopia de la
cédula de ciudadanía, de la visa, del pasaporte, de la
licencia de conducción, del carné de afiliación al
equipo de fútbol preferido; dos declaraciones
extrajuicio juramentadas ante notario, copias del examen
de sangre, examen de orina, examen de materias fecales y
examen de conciencia, certificado de idoneidad
profesional expedido por la CIA, FBI, KGB, OTAN y NBA
(bueno, el de la NBA era solo para los basquetbolistas,
pero igual lo envié).
Una vez conseguidos estos
previos y escasos requisitos, los anexé a mi ya famoso
ridículum vitae y los envié con la esperanza de que al
fin me llamaran para alguna entrevista de trabajo. En el
sector público, según la constitución, cualquiera
podría llegar a ser Presidente de la República u ocupar
cargo público y aunque eso estaba ya más que
demostrado, (sobre todo en lo que cualquiera llegaba a
presidente), quería al menos intentar llegar a obtener
una entrevista.
Luego de haber enviado un
sobre con los documentos y cuarenta sobres con los
papeles que eran pre-requisito para lo del cargo en la
entidad del sector público, comenzó mi angustiosa
espera frente al teléfono. La mañana siguiente, me
desperté sobresaltado con un repique insistente del
aparato, al fin, la esperada llamada, la cita para la
entrevista, mi primer empleo, el mundo a mis pies, en una
milésima de segundo descolgué el teléfono y antes de
decir aló, descubrí que el maldito reloj despertador
imitaba a la perfección el sonido del teléfono. Aunque
fue una falsa alarma, demostraba mi actitud ante la
inminente llamada del destino, así que rápido, sin
pérdida de tiempo pasé a la ducha, y luego, a ponerme
la mejor ropa para la posible entrevista. Vestido,
afeitado y oliendo a perfume, ensayaba frente al espejo
las mejores posturas para acompañar las ingeniosas
respuestas a las preguntas de mi posible entrevistador;
la imagen mostraba una manera de expresarse, una forma de
gesticular, que ni un político en plena campaña
lograría mejorar.
Luego de casi una mañana
de ensayo ante el espejo, de la que ya me empezaba a
aburrir, sonó por primera vez el teléfono y allí
estaba mi ágil brazo y mi melodiosa voz contestando...
¿aló? ¿A quién necesita?.... Claro... un momento...
mamá es para ti... Mi madre al teléfono con su mejor
amiga; no había previsto esa posibilidad, era un hecho
cumplido que se tardarían más de lo normal en colgar el
teléfono, lo que no daría espacio a que entrara mi tan
esperada llamada; así que debía elaborar rápidamente
un plan de reacción para retomar el control sobre el
aparato.
Mi hábil cerebro (sí,
ese que aún no conseguía empleo en ninguna empresa)
buscaba la estrategia, que combinada con una excelente
táctica, devolvería el auricular a su estado original,
una vez planeada la estratagema, la ejecución fue
inmediata... mamá, muévete, vas a llegar tarde a la
cita con papá y a él no le gusta esperar... Lo dicho,
reacción inmediata, pronta despedida y por fin el
teléfono disponible, solo pasaron varios segundos y de
nuevo, el repique de la máquina, música celestial para
mis oídos, ¿aló?... ¿a quién necesitas?... lo
siento... estás marcando número equivocado. Que
irrespeto, marcar equivocado cuando necesito la línea
libre. Ahí suena de nuevo, ¿aló?... hola, buenos
días... si, como no... un momento... "manita"
(así le digo a mi hermanita) al teléfono, cuelga
rápido que estoy esperando llamada o le digo a tu novio
que ayer te fuiste a la discoteca con otro amigo... por
supuesto la llamada duró poco.
Pasó la mañana, la
tarde, y varios días más en los que la historia narrada
en los párrafos anteriores se repitió hasta agotarse y
agotarme, aunque a veces con unas variaciones que me
llenaban de negra envidia, pues también me llamaban
ex-compañeros de la universidad a comentarme que los
habían citado a entrevista.
Hasta que un día, por
fin, mi espera se vio compensada; ahora ya surtían
efecto las diecisiete velas encendidas, las trece novenas
que le recé a San Antonio, las miles de promesas al
Divino Niño Jesús, por fin la llamada que de tanto
esperar me hacía desesperar. La cita sería dentro de
los dos días siguientes. La velocidad tan aplastante con
que pasaron los días después de recibir la llamada que
me citaba, por fin, a una entrevista para un cargo en una
empresa del sector público, no me dejó espacio para
contarle de ella a todas las personas que yo quería
enterar; solo puede contarle a mis dos padres, dos
hermanos, quince primos, doce tíos, cuatro abuelos,
cuarenta y tres vecinos, veinticinco amigos y treinta y
tres ex-compañeros de Universidad.
Así, que por fin me
llamaban para una entrevista de trabajo, al fin una
empresa se había dado cuenta de que contratarme traería
consigo a un invaluable trabajador, un tomador nato de
decisiones, un visionario, un gurú de las finanzas, un
desempleado menos. Tenía muy clara en mi memoria la
fecha y la hora para esta cita, no podía fallar nada, ya
tenía planes para la compra del automóvil último
modelo, solo en el remoto caso de que la empresa no me
proporcionara alguno; por supuesto, también tenía claro
que muebles servirían para redecorar mi amplia y
confortable oficina; y por último pero no menos
importante tenía claro el largo de la minifalda que
debía lucir mi secretaria privada.
Me arreglé
impecablemente, hasta lustré mis zapatillas negras y
salí de mi casa confiando en que el mundo se rendiría a
los pies de este conquistador; llegué temprano a la
cita: quince minutos antes, para sondear el territorio,
para darle una primera y última mirada a esta empresa
con ojos de visitante, pues yo sería de ese momento en
adelante, el ejecutivo más prominente y respetado.
Había varias personas en
el gran salón, que al parecer tenían dispuesto para la
reunión, todos con ese fuego en los ojos que me parecía
familiar; parecía que no se conocieran entre sí, unos
miraban las carteleras, otros el ascensor, otros miraban
la hora y algunos usaban su teléfono portátil celular,
claro
a mí también me asignarían un práctico
utensilio de esos, pensé.
Solo una joven mujer, de
aspecto normal, estaba tras un escritorio y al verme
entrar me pidió que me acercara; ya lo suponía yo, una
admiradora y aún sin empezar a trabajar... suponía mal,
era la secretaria auxiliar de personal que requería mis
datos, que firmara una constancia de llegada y que
esperara a la persona encargada de las pruebas, le
pregunté entonces si alguno de los que estaban presentes
era el hombre clave y me dijo sonriendo que no, que todos
ellos eran aspirantes. ¿Aspirantes?, que cargo tan
extraño, ¿qué labores desempeñarían? Aunque debe ser
muy bien remunerado, ya que todos parecían estar muy
felices, con los zapatos bien lustrados y estrenando
ropa; una nueva mirada al salón, me demostró que eran
más y más los aspirantes que estaban como a la espera,
¿porqué no hacen nada productivo? me preguntaba, así
que para irme socializando interrogué a una
despampanante, voluptuosa y curvilínea rubia acerca de
lo que ella estaba haciendo concretamente en esa empresa.
Me respondió de inmediato, y su respuesta me hizo abrir
los ojos aún más de lo que los había abierto cuando
noté bajo su escote las redondeces con que la había
dotado la madre naturaleza (o quizás la madrina
cirugía).
Me quedé de una sola
pieza cuando ella me dijo que "hago lo mismo que tú
y toda esta cantidad de profesionales recién graduados,
vengo a lo de la entrevista, también soy aspirante al
único cargo vacante de esta empresa". Ella con su
respuesta había batido el récord de número de minutos
en dejarme con la boca abierta, el depuesto récord de
diez minutos lo tenía mi odontólogo.
Una conclusión rápida me
llegó a la confundida y ahora desilusionada mente: El
número de aspirantes al cargo es directamente
proporcional a la necesidad de conseguirlo. Entonces
allí estaba yo, perdido entre medio centenar de
aspirantes al único cargo vacante para la empresa del
sector público, sintiendo como mi ego profesional se
escurría por debajo de la alfombra que cubría el piso
del amplio salón que habían dispuesto para la cita. Un
señor de edad avanzada, que por su apariencia nos
superaba a todos en edad, con una relación de tres a
uno, nos habló con voz fuerte y concreta, nos ordenó
(literalmente) que por favor hiciéramos el silencio
necesario para escucharlo (gritó "cállense")
y ocupáramos las sillas dispuestas y distantes unas de
otras (gritó "siéntense"). Continuó él,
informándonos con su peculiar forma de hablar, que la
selección del aspirante al cargo, se haría por partes y
que ésta primera cita constituía de un sencillo
cuestionario de selección múltiple que él llamó
"prueba de selección" y que repartió entre
los ansiosos y desorientados aspirantes.
El llamado sencillo
cuestionario, resultó ser en realidad una prueba de
conocimientos muy parecida a la que usaban en la Nasa
para elegir a sus astronautas, porque tenía unas
preguntas muy complicadas, así que cualquiera las
hubiera dejado en blanco, cualquiera que no tuviera mi
gran habilidad para seleccionar una respuesta entre
varias sin tener que lanzar una moneda. La habilidad la
había usando bastantes veces durante mis exámenes de la
Universidad y consistía en ir cantando "tin marín
de do pin güe, cucuru, macara, ti ti ri fue" y
marcar como cierta la respuesta que coincidía con la
terminación de la letra de la profunda canción.
Sin embargo, aunque yo iba
contestando con mucha determinación las preguntas
sencillas y usando el método arriba descrito para las
preguntas difíciles, (lo que me permitía avanzar con
rapidez), el número de éstas se extendió más allá de
mi paciencia, mi tiempo y mi ansiedad; así que cuando
dieron la orden de recoger, tuve que rellenar las quince
que me restaban con la habilidad que me permitía el
lápiz en mi cansada mano, y usando el difícil método
científico del azar. Recogieron todas las hojas de
respuestas y quedaron en el salón muchas caras cansadas,
y con sensación de derrota, es que con tantos aspirantes
y con esa manera de seleccionar, quedaban pocas
esperanzas de ser llamado a la siguiente prueba, y pocos
ánimos para enfrentarse a la realidad de que no
estábamos solos en este asunto de buscar nuestros
primeros trabajos... trabajos, eso era lo que íbamos a
pasar para conseguir uno bueno.
Haber acudido junto a
medio centenar de aspirantes a la prueba de selección,
cuyo extenso cuestionario yo respondí a conciencia, me
fue dando herramientas (ya era hora) para enterarme que
no estaba solo en esta búsqueda y que la competencia iba
a estar muy reñida. Sin embargo el destino premia a
quien persevera y por supuesto a mí, que siempre he
persistido en los errores, no me iba a dejar sin regalo;
así que el obsequio no se hizo esperar y me citaron para
una segunda prueba.
Se había reducido
considerablemente la cantidad de aspirantes, solo
quedábamos unas quince personas a las que al parecer nos
iban a efectuar unos nuevos exámenes, para seguir como
en los reinados de belleza, hasta que solamente quedara
una terna y escoger allí, reina, virreina y primera
princesa; con la diferencia de que en este concurso solo
habría reina, pues después del primero los demás
serían perdedores.
Hablando de reinas, allí
estaba de nuevo la despampanante rubia, la que me había
hecho ver a la altura de las suelas de los zapatos con su
acertada respuesta; se le veía serena, tranquila, en
contraste con mi persona, pues me sentía nervioso,
ansioso y con ganas de salir de una vez por todas del
famoso examen usando mi ya demostrado método científico
del azar. Pero el destino te cobra lo que te regala
haciéndote malas jugadas, resulta que ahora el examen
consistía en dos partes, una era algo así como un test
de personalidad, cuyo nombre era como de asteroide
intergaláctico (16PF) y el otro un cuestionario de
motivación para el trabajo, cuyas siglas formaban un
nombre de agencia de noticias (CMT). Obviamente, el
método probado con anterioridad no iba a dar resultados
en este nuevo escenario y me tocó sincerarme y hacerme
el diagnóstico clínico psicológico psiquiátrico, que
me hizo sentir como analizado por el mismísimo Sigmund
Freud y varios de sus secuaces.
Me preguntaban acerca de
gustos, preferencias, formas de hacer, decisiones ante
casos específicos, y lo extraño era que intercalaban
las mismas preguntas pero hechas de una manera diferente,
como buscando que te reafirmaras en tu respuesta
anterior, o que te contradijeras, o te confundieras, o
ninguna de las anteriores, o todas las anteriores, o no
sabe no responde.
Terminé mi
autodiagnóstico sin tener idea de cuales deberían ser
las respuestas correctas, pues todas parecían serlo,
claro que había unas que reflejaban la manera como yo
las resolvería y otras que reflejaban la manera como
alguien experto las resolvería, así que siempre me
decidí por las mías; confiado en que si no pasaba estas
duras pruebas, de una vez por todas me enviarían al
hospital mental o clínica de reposo, que me merecía.
Pasada esta dura prueba,
quedamos tres de los candidatos y nos hicieron pasar
juntos a entrevista con el Jefe de Personal, yo me senté
en el borde de la silla que me asignaron, otra joven se
sentó en una silla a mi lado y la despampanante rubia se
sentó a todo el frente del entrevistador, justo a la
distancia de un mal pensamiento; pasando coquetamente su
mano sobre su minifalda y cruzando las piernas... yo solo
atiné a cruzar los dedos. El puesto lo obtuve yo, no
supe como
luego les contaré como me va en el
trabajo.